Vivimos en una sociedad en constante y vertiginoso movimiento, los cambios que se suceden día a día rebasan en ocasiones el ritmo lento con el que se avanza en las escuelas. Ello a través de los últimos 25 años se ha hecho notorio en los resultados de aprendizajes obtenidos por los estudiantes de la Educación Básica Regular en nuestro país. Un desafío que siempre ha estado en el imaginario de nuestras autoridades educativas ha sido el formar integralmente a nuestros estudiantes, sin embargo, también ha sido un tema pendiente de escaso desarrollo en nuestras escuelas. Surge allí la idea de la salud emocional de nuestros hijos que debe ser cuidada en las aulas de cada escuela de nuestro país.
Es por ello que este año escolar que está por empezar, cada escuela debe poner su cuota de innovación para enfrentar los retos que se presentan en este aspecto. No es casualidad que cada vez vemos con mayor frecuencia estudiantes desmotivados de llegar a la escuela, e incluso algunos con comportamientos violentos hacia sus compañeros y docentes. Se hace imperativo que las escuelas integren el currículo tomando en cuenta las experiencia de los estudiantes, no solo en cuanto a tecnología, que últimamente estamos priorizando, pues la educación se está tecnologizando, sino más bien en el desarrollo social y personal de cada uno de ellos, El “aprender a vivir juntos” y el “aprender a ser”, de aquellos cuatro pilares de la educación que por el año 1996 se publicó en el Informe Delors dirigido por la UNESCO, tendría que ser revisado exhaustivamente a fin de lograr esa formación integral de nuestros estudiantes, la que aparece como desafío y reto aún no alcanzado.
Anualmente el Ministerio de Educación alcanza lo que hay que priorizar en las escuelas para dicho año y hace la publicación de las mismas, que al margen de la autonomía de las escuelas, resulta siendo taxativa. Pero no difunde adecuadamente los resultados del desempeño del año escolar al final del mismo a la comunidad educativa del país.
Si no lo hace el Ministerio, nosotros debemos hacerlo en nuestra escuelas, es una forma de evaluar nuestro desempeño y el de los estudiantes.
En tiempos en los que se habla de inteligencia artificial, no debemos descuidar la inteligencia emocional. Luis López González nos dice que “es perceptible en nuestro entorno social una falta de higiene mental que se refleja, obviamente en la escuela. Prueba de ello es el exceso de agitación y tensión que deteriora la convivencia y erosiona no pocas veces el clima del aula. En este sentido, se detecta en el ámbito educativo una cierta incompetencia emocional que se concreta en la falta de habilidades interpersonales e intrapersonales”. En el numeral 6.6.2.5. de la norma técnica que nos ocupa se exige a docentes y directivos, “acompañar a los estudiantes en el desarrollo de sus aprendizajes y de su bienestar socioemocional”, un taller o jornada de capacitación en estos aspecto, sería lo más pertinente antes del inicio del año escolar.
La experiencia nos enseña que nunca son suficientes las normativas e indicaciones para el cumplimiento de las actividades a llevar a cabo en cada escuela. Es por ello, que en especial las instituciones educativas del sector público demandan del Ministerio de Educación esas jornadas de capacitación para abordar una temática tan sensible y compleja como lo es el bienestar socioemocional. De otro lado, las instituciones educativas del sector privado, pueden recurrir a profesionales especialistas en dicho campo para capacitar a su personal docente y no docente.
Eduquemos estudiantes con una fuerte inteligencia emocional, pues ellos serán personas tenaces que se conozcan y se manejen bien a si mismas y conozcan y manejen bien a quienes los rodean. De otro lado resulta importante que los directivos de las instituciones educativas públicas y privadas de nuestro país se formen en ciertas metodologías como el mentoring, coaching, counseling y mediación y que tengan claro acerca del rol de la inteligencia emocional en el desarrollo personal de los docentes y administrativos a su cargo, pues ellos de manera indirecta, educan emocionalmente a los estudiantes con sus comportamientos.
