Cuando observamos las condiciones en las que se encuentran nuestras escuelas públicas en cuanto a infraestructura y mobiliario nos asalta de pronto una pregunta: ¿Por qué sucede ello?, una de las primeras repuestas que aparecen es “porque el Estado no invierte en ellas”, “el director no sabe gestionar”; pueden barajarse otras respuestas, sin embargo deseo quedarme en el análisis de estas dos planteadas.
“El Estado no invierte en ellas”: Esta afirmación es categóricamente cierta, no solo por las evidencias que están a la vista de todos, sino porque las autoridades gubernamentales del sector así lo reconocen, un reconocimiento reiterado que se escucha en diferentes gobiernos y que por la recurrencia de la respuesta suena a una justificación endémica. Ciertamente es tarea pendiente del Estado estar a la altura de las circunstancias y las exigencias de países aún del tercer mundo.
“Los directores no sabe gestionar”: esta afirmación tampoco está lejos de la realidad, sin embargo deseo hacer una atingencia a la misma. La gestión en la escuela pública está rodeada de una serie de trabas burocráticas y un “reglamentarismo” y “normatividad” de temer, ello retrae a muchos directores que con entusiasmo y deseo de poner su cuota de creatividad e innovación para hacer de su escuela una escuela con identidad, con espíritu propio.
El buen director es aquel que hace las cosas tal cual se las dicta el Ministerio de Educación a través de sus órganos intermedios; el nivel de autonomía es muy reducido, la explicación es simple, muchos de ellos al querer hacer algo innovador, algo que su conocimiento y experiencia le dictan, hacer en una comunidad educativa, que nadie mejor que ellos conocen, terminan denunciados por abuso de autoridad, autoritarismo, entre otras “causales” de sanción o castigo.
Nuestros directores son muy cumplidores en el llenado de formatos digitales, numéricos o estadísticos, hacen cumplir la celebración de días en donde los estudiantes “demuestran que aprenden”, entre otras tareas emanadas de la autoridad gubernamental.
Es tiempo que ambas afirmaciones se inviertan. Primero, que el Estado invierta significativamente en las escuelas públicas, es su deber y responsabilidad, pero a un ritmo y velocidad sostenida. Segundo, que los directores gestionen con seguridad y aplomo sus escuelas, a partir del conocimiento que deben adquirir y que no está reducido a los fascículos o capacitaciones que les proporciona el Ministerio de Educación, sino que hoy en día se encuentran en el ciberespacio.
A los señores del Ministerio de Educación se les pide que confíen en los directores y los sostengan en las decisiones que tomen en coordinación con su comunidad educativa. El liderazgo que se les exige a ellos que asuman, empieza por ello.