«Una buena escuela es una escuela en donde todos los chicos puedan aprender, donde todos los chicos quieran estar y donde los maestros aprendan y puedan ser ellos mismos para que los alumnos aprendan y puedan ser ellos mismos» Andy Hargreaves.
En una buena escuela no solo aprenden los alumnos sino también los docentes y la escuela como organización. Entonces podemos desarrollar dos conceptos fundamentales: La escuela como una organización que aprende y la escuela, como una comunidad de aprendizaje.
Las organizaciones aprenden de lo que hacen, especialmente de sus errores y problemas, desde una postura de apertura al cambio, se aprende a anticipar futuras respuestas. Según Garvin (2000), las organizaciones que aprenden desarrollan cinco grandes procesos:
La escuela que aprende, es un modelo que funciona como marco orientador para la gestión escolar, y no como una estrategia de gestión, es decir, no se pretende configurar plenamente en una organización que aprende, sino más bien como idea reguladora que proporciona direccionalidad y permite ver porque no siempre la escuela puede aprender.
A pesar de que en una escuela se comparte un espacio, un tiempo y una historia, el sentido de comunidad de la misma no puede ser considerado a priori, sino un proceso en construcción. Gestar escuelas como comunidades de aprendizaje permite establecer vínculos de colaboración , autonomía y participación responsable. Para Bolívar (2002), «las comunidades de aprendizaje se expanden fuera del aula a la comunidad local: padres, asociaciones y otras instituciones como, escuelas, fábricas, empresas y universidades, que proporcionan experiencias y recursos para el aprendizaje. Evidentemente se requieren comunidades que quieran y apoyen a sus escuelas y políticas que generen nuevos recursos para distribuir el tiempo adecuadamente sin invadir el tiempo destinado a la enseñanza y los aprendizajes.
Lima, 11 de enero del 2024.